miércoles, 12 de noviembre de 2014

SALVO PARA SIEMPRE ES FALSA DOCTRINA.




  Una vez salvo, ¿siempre salvo?

Muchos maestros de nuestro día, con elocuencia, proponen que una vez que se ha obtenido la salvación, uno no puede perderla. ¿Refutan las Escrituras claramente esa postura?
Por Waldemar Kowalski
Los cristianos están de acuerdo en esto: “Si uno llega al cielo, ha sido salvo.” El proceso de cómo llegamos al cielo es un tema de controversia. En Juan 3:16, vemos al Dios que amó, dio, y salvó. Él nos asegura que su propósito no es la condenación sino la salvación (v. 17). Él repite esta promesa de salvación en Juan 3:18, seguida de una fuerte advertencia: “ El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.” Pero ¿cuál es la suerte de los que creyeron y después rechazaron la salvación?
Los hermanos en su iglesia reciben esa pregunta de sus amigos calvinistas. Muchos de ellos sin duda saben que creemos que uno puede abandonar su salvación, pero tal vez no saben cómo responder con la Biblia. Este artículo ofrece la base teológica de nuestra creencia acerca de seguridad eterna y también formas en que usted puede ayudar a los hermanos a responder a quienes ponen a prueba sus creencias.

La enseñanza calvinista

Según la mayoría de calvinistas, una persona que se aparta de la fe no ha sido creyente en Cristo. Varios calvinistas moderados, como el popular maestro de la Biblia Charles Stanley, tienen una variante de la seguridad eterna, una enseñanza muchas veces llamada “una vez salvo, siempre salvo”.1 Este concepto arguye que si alguna vez hemos tomado la decisión de aceptar la salvación, de ninguna manera podemos perder o abandonar esa salvación, aunque las apariencias indiquen lo contrario. Stanley declara: “Dios no requiere que tengamos una constante actitud de fe para que seamos salvos, sólo un acto de fe en Cristo.”2 Aun si morimos en un estado completamente depravado, maldiciendo a Dios y rechazando cualquier relación con Él, aun así pasaremos la eternidad en su presencia. Stanley además afirma: “Los creyentes que pierden o abandonan su fe retendrán su salvación, porque Dios permanece fiel”,3 y “aun si un creyente por uno u otro motivo deja de ser creyente, no peligra su salvación”.4 “Uno puede devolverla sólo si el dador acepta la devolución. En el caso de la salvación, Dios tiene una estricta norma de no recibir devulociones.”5 Esto efectivamente impide una opción después de haber aceptado la salvación, ya que no se puede abandonar su salvación.
Según Stanley, el hecho de no aceptar esta enseñanza de “una vez salvo, siempre salvo” significa que uno tiene que vivir en temor, violando Filipenses 4:6 (de no afanarse por nada). Él cree que “para los cristianos que están poco seguros en su relación con Dios es difícil hablar del amor de Dios con otros”.6 Esto también pone a prueba el perdón en sí, porque “si los pecados que uno comete después de llegar a ser cristiano pueden anular su relación con el Salvador, esos pecados no fueron cubiertos en el Calvario”.7 Otro peligro que ve Stanley es que la salvación llega a ser un asunto de fe y obras, y no de fe únicamente.

Respuesta bíblica

¿Qué enseña la Biblia acerca de la posibilidad de apartarse de la fe? Desde el principio Dios se revela a sí mismo como un Dios que deja a la humanidad escoger si desea o no tener comunión con Él. La Biblia da ejemplos y advertencias acerca de apartarse de Dios. Adán y Eva, tan inocentes con respecto al pecado y tan “salvos” como cualquiera jamás pudiera haber sido, tuvieron la oportunidad de rechazarlo. La Biblia no dice nada acerca del destino final de ellos. La decisión fue muy real, que resultó en la separación de Dios, y trajo pecado y muerte a la humanidad. Asimismo, los profetas advirtieron a Israel de que Dios lo había repudiado y que lo había despedido debido a su pecado y su infidelidad (Isaías 50:1; Jeremías 3:8).

Jesús

Jesús refirió varias parábolas que incluían advertencias acerca de descarriarse. En la parábola del sembrador (Lucas 8:5–15), algunos “creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan” (v. 13). En la parábola del mayordomo infiel (Lucas 12:42-46), el amo puso al mayordomo —en quien había confiado pero que fue infiel— “con los infieles” (v. 46).
Vemos la mayor advertencia de Jesús en la enseñanza de la vid y los pámpanos (Juan 15:1–6). Aquí Jesús advierte: “El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden” (v. 6). Toda esa enseñanza es acerca de permanecer en Cristo, la Vid verdadera. Algunos sugieren que trata acerca de personas que parecían estar en la iglesia pero que no estaban verdaderamente en Cristo; pero no es así. Los que fueron echados en el fuego y ardieron estaban en Cristo, pero no habían permanecido en Él.
El Nuevo Testamento usa las palabras de estar “en Cristo” para referirse a creyentes (Romanos 8:1; 1 Corintios 5:17). Las ramas (creyentes) que permanecen en Cristo llevan fruto y Dios las limpia. Pero Dios quita a los creyentes que no producen fruto (Juan 15:2), y ellos al fin sufren la eterna separación de Dios.

Pablo

Pablo advierte a los creyentes acerca de la necesidad de perseverar. Pablo dijo a los gálatas, quienes pensaban volver a la Ley: “De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído” (Gálatas 5:4). Estas palabras de desligarse y de caer de la gracia son claras. Pablo recordó a los corintios de que retuvieran su fe y la verdad del evangelio: “Por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano” (1 Corintios 15:2). Se contrasta a los que habían “creído en vano” con los que “son salvos”. Pablo advierte a los creyentes a que “retengan” la palabra porque de lo contrario corrían el riesgo de perder su salvación.
Claramente, ésta no es sólo una advertencia teórica. En 1 Timoteo 1:19,20, Pablo nombra a Himeneo y Alejandro, dos hombres que rechazaron la “fe y buena conciencia” y, por lo tanto, “naufragaron en cuanto a la fe”. El propósito de Pablo es que se arrepientan, pero no tenemos nada escrito de que esto ocurrió. Al tiempo que Pablo escribió la carta a Timoteo, ellos ya habían sido “entregados a Satanás”.
Al escribir a Timoteo, Pablo lo estimula, a la vez que le da una advertencia: “Palabra fiel es esta: Si somos muertos con él, también viviremos con él; Si sufrimos, también reinaremos con él; Si le negáremos, él también nos negará. Si fuéremos infieles, él permanece fiel; El no puede negarse a sí mismo” (2 Timoteo 2:11–13). Pablo da esta advertencia a los creyentes de quienes Timoteo es responsable: Cristo negará a los que lo niegan. Esta advertencia en contra de la apostasía es a creyentes, no al mundo. Dios es constante en las Escrituras, fiel a su naturaleza. Él tiene que permanecer fiel a su carácter, porque lo contrario sería negarse a sí mismo, lo cual Él no puede hacer y lo cual nunca escogería hacer. Él es el Amante Cósmico, nunca el Asediador Cósmico que no deja que nadie se escape. Fiel a su propia naturaleza, Él tiene que negar a los que lo rechazan. En Romanos 6:1–4, Pablo rechaza rotundamente la idea de que alguien que ha experimentado la gracia de Dios seguiría deliberadamente en pecado. Dios llama a los creyentes a que lleven una nueva vida que glorifique a Dios.

Pedro

Pedro da similares advertencias, a la vez que asegura a su audiencia que él espera que ellos perseveren. Él los exhorta a que procuren “hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 1:10,11). Se repite, que si ellos hacen lo necesario, confirmarán su vocación y su elección. La alternativa es “caer”, lo cual indica que ellos perderían su “generosa entrada en el reino eterno” de Cristo.

Hebreos

El escritor de Hebreos ofrece numerosos ejemplos del peligro de volver la espalda a la salvación. La mayoría de israelitas, salvados de Egipto y dirigidos hacia la Tierra Prometida, perdieron su recompensa debido a sus incredulidad (Hebreos 3:7–19). El autor advierte: “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado. Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio” (vv. 12–14, énfasis mío). Para que participemos en Cristo, tenemos que retener firme nuestra convicción original. El escritor advierte a los que se han iniciado en el camino que deben completarlo.
Las palabras más fuertes están en Hebreos 6:4–8, donde el autor da una advertencia muy similar a la que da Jesús en Juan 15, en que usa imágenes de echar fuera y arder en fuego: “Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio. Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada.”
El peligro explícito, de destrucción y pérdida, es claramente para los que han tenido relación con Cristo.9 Además, en Hebreos 10:26–31, el autor exhorta a los lectores: “Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!”
Nuevamente, el enfoque está en los que han “recibido el conocimiento de la verdad,” y que subsecuentemente han rechazado esa salvación. En efecto, para los que ultrajan al Espíritu de gracia, “¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!”

Aplicación

Muchos maestros de nuestro día, con elocuencia proponen que una vez que se ha obtenido la salvación, uno no puede perderla. Las Escrituras claramente refutan esa postura. La Palabra de Dios ofrece muchas vívidas y apasionadas advertencias que tienen sentido sólo si un creyente puede perder la salvación por rechazar una relación con Dios. Tal vez sería útil hacer un análisis personal del precio y los beneficios de estas posturas contrarias.
¿Cuáles son los beneficios de la postura de “una vez salvo, siempre salvo”? Si en verdad es correcta, lo cual es improbable en la luz de las explícitas advertencias de las Escrituras, entonces todos los que siempre jamás han tenido una relación con Cristo no tendrían inseguridad con respecto a su destino eterno. Después tomar una decisión por Cristo, la manera en que vive la persona ya no determina su destino eterno. Con este beneficio, el temor nunca podría paralizar a nadie.
Algunos que tienen la postura de que podemos abandonar nuestra salvación pueden estar viviendo en temor innecesario, sin gozar de la seguridad de su salvación. Una perspectiva extrema, en que uno continuamente acepta la salvación y luego se aparta, resulta en temores muy insalubres. Ésta no es, sin embargo, la postura que mantenemos nosotros. Creemos que los verdaderos creyentes gozan de la seguridad de su salvación. No necesitamos temer que perderemos nuestra salvación, como perder una billetera que cae del bolsillo en un momento de descuido. Las Escrituras aseguran a los creyentes de la provisión de Dios y del poder sustentador de su Espíritu Santo. Aceptamos el peligro de que podemos abandonar nuestra salvación pero eso no significa que vivimos en continuo temor de hacerlo.
¿Cuáles son los beneficios de acatar las advertencias de las Escrituras y vivir en fidelidad? Pablo preguntó a los romanos: “¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte” (Romanos 6:21).
Como joven, si hubiera creído que era suficiente que confesara a Cristo una vez y que luego podía vivir de cualquier manera, pudiera haber sucumbido a algunas tentaciones muy llamativas que pudieran haber causado muerte espiritual. En retrospectiva, estoy profundamente agradecido de que fui salvado de muchas de las experiencias comunes de los que no siguen a Cristo. ¿Tuve temor de Dios y temor de perder la vida eterna? Tal vez, sí. Pero si esta cautela preservó mi vida y mi salvación, los beneficios son mucho mayores que el precio que pagué. Pablo señala que “las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18). En mi caso, cualquier “aflicción” que pudiera haber experimentado, “perdiendo” las atracciones del pecado por temor reverente, pudiera haber preservado mi vida. Lo que algunos pudieran considerar un costo, para mí es un beneficio.
Los calvinistas creen que pasajes tales como Juan 10:29; Romanos 8:28–39; y Hebreos 7:25 (entre otros) enseñan acerca de la seguridad eterna: que el creyente, una vez salvo, no puede perder la salvación. La Biblia es clara: Dios quiere que todos sean salvos, y Él ofrece a la humanidad no sólo el precioso don de la salvación sino también fortalece a los que responden. Mientras la Biblia nos asegura de la amorosa voluntad de Dios, también da fuertes advertencias del peligro de descarriarse. Mientras que Dios es estable y fuerte, nuestra respuesta es inconstante y débil.10 Cuando un creyente abandona la salvación, el deseo de Dios de tener una relación con esa persona no ha cambiado. Su fidelidad a su amorosa naturaleza le da derecho a esa persona a que se aparte.
¿Qué del precio de ignorar las advertencias, como si no fueran relacionadas con la salvación? Los que se apoyan en esta doctrina y se entregan a una vida desordenada y licenciosa sufrirán las consecuencias aquí y ahora. ¡Cuánto más graves son las consecuencias eternas! Si las advertencias bíblicas son ciertas, esta enseñanza de “una vez salvo, siempre salvo” es devastadora y destructiva. Quien confía en ella e ignora las advertencias de continuar en relación con Dios sufrirá por la eternidad.
La responsabilidad recae en los que proponen una perspectiva de falsa seguridad eterna, porque su error pone en peligro el destino eterno. Los que acatan las advertencias de las Escrituras y llevan una vida fiel y reverente nunca se preocupan acerca de dónde pasarán la eternidad. Tienen plena seguridad de su salvación y de los beneficios de una vida fiel, y anticipan la esperanza bienaventurada.
Dios nos llama a llevar una vida santa. Mientras 2 Pedro 1:10,11 presenta advertencias muy reales, los versículos anteriores nos aseguran que “todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia” (2 Pedro 1:3). Pedro explica esta vida santa con una exhortación a que “poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados” (vv. 5–9).
Habiendo sido purificados de nuestros antiguos pecados, no debemos volver a esa vida de pecado, con la fe de que estamos “a salvo”. Andemos de verdad en el poder del Espíritu. Las buenas nuevas son en verdad que Dios nos salva (Romanos 1:16,17), y que ya no vivimos como esclavos del pecado, sino como siervos de Dios, que escogemos vivir en santidad y tenemos como fin la vida eterna (Romanos 6:22,23). Somos salvos por este evangelio, pero sólo si nos mantenemos firmes; de lo contrario, habremos creído en vano (1 Corintios 15:1,2). La falsa doctrina de “una vez salvo, siempre salvo” no sólo da falsa esperanza para la eternidad, sino también despoja al evangelio de su poder de cambiar vidas y producir santidad.

WALDEMAR KOWALSKI, Ph.D., profesor de Biblia y teología, Northwest University, Kirkland, Washington. Vea su blog en inglés en: http://communiocate.blogspot.com/.

Preguntas de discusión:

1. ¿Qué enseñanza acerca de la seguridad de la salvación recibió usted cuando se entregó a Cristo? ¿Lo salvó su dedicación a Cristo? ¿Lo salvó su continuada relación con Cristo? ¿O no sabrá si es salvo hasta que muera y vaya al cielo?
2. ¿Alguna vez se preguntó si había perdido su salvación? ¿Le impidió esto a seguir a Cristo, o lo estimuló para que buscara a Dios?
3. Conforme ha madurado en la fe, ¿qué ha cambiado en su motivación de servir a Dios? Por ejemplo, en el pasado, ¿estuvo más motivado por temor de las consecuencias del pecado y el infierno, o motivado por amor a Dios y un deseo de tener comunión con Él? ¿Qué lo motiva hoy?
4. ¿Cuál es su obligación hacia los creyentes que viven en pecado? ¿Cómo nuestro punto de vista en este asunto influye en la posible obligación de amonestarlos?

Notas

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