Una vez salvo, ¿siempre salvo?
Muchos maestros de nuestro día, con elocuencia, proponen que una
vez que se ha obtenido la salvación, uno no puede perderla. ¿Refutan las
Escrituras claramente esa postura?
Por Waldemar Kowalski
Los cristianos están de acuerdo en esto: “Si uno llega al cielo, ha
sido salvo.” El proceso de cómo llegamos al cielo es un tema de
controversia. En Juan 3:16, vemos al Dios que amó, dio, y salvó. Él nos
asegura que su propósito no es la condenación sino la salvación (v. 17).
Él repite esta promesa de salvación en Juan 3:18, seguida de una fuerte
advertencia: “ El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree,
ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito
Hijo de Dios.” Pero ¿cuál es la suerte de los que creyeron y después
rechazaron la salvación?
Los hermanos en su iglesia reciben esa pregunta de sus amigos
calvinistas. Muchos de ellos sin duda saben que creemos que uno puede
abandonar su salvación, pero tal vez no saben cómo responder con la
Biblia. Este artículo ofrece la base teológica de nuestra creencia
acerca de seguridad eterna y también formas en que usted puede ayudar a
los hermanos a responder a quienes ponen a prueba sus creencias.
La enseñanza calvinista
Según la mayoría de calvinistas, una persona que se aparta de la fe
no ha sido creyente en Cristo. Varios calvinistas moderados, como el
popular maestro de la Biblia Charles Stanley, tienen una variante de la
seguridad eterna, una enseñanza muchas veces llamada “una vez salvo,
siempre salvo”.
1 Este concepto arguye que si alguna vez hemos
tomado la decisión de aceptar la salvación, de ninguna manera podemos
perder o abandonar esa salvación, aunque las apariencias indiquen lo
contrario. Stanley declara: “Dios no requiere que tengamos una constante
actitud de fe para que seamos salvos, sólo un acto de fe en Cristo.”
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Aun si morimos en un estado completamente depravado, maldiciendo a Dios
y rechazando cualquier relación con Él, aun así pasaremos la eternidad
en su presencia. Stanley además afirma: “Los creyentes que pierden o
abandonan su fe retendrán su salvación, porque Dios permanece fiel”,
3 y “aun si un creyente por uno u otro motivo deja de ser creyente, no peligra su salvación”.
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“Uno puede devolverla sólo si el dador acepta la devolución. En el caso
de la salvación, Dios tiene una estricta norma de no recibir
devulociones.”
5 Esto efectivamente impide una opción después de haber aceptado la salvación, ya que no se puede abandonar su salvación.
Según Stanley, el hecho de no aceptar esta enseñanza de “una vez
salvo, siempre salvo” significa que uno tiene que vivir en temor,
violando Filipenses 4:6 (de no afanarse por nada). Él cree que “para los
cristianos que están poco seguros en su relación con Dios es difícil
hablar del amor de Dios con otros”.
6 Esto también pone a
prueba el perdón en sí, porque “si los pecados que uno comete después de
llegar a ser cristiano pueden anular su relación con el Salvador, esos
pecados no fueron cubiertos en el Calvario”.
7 Otro peligro que ve Stanley es que la salvación llega a ser un asunto de fe y obras, y no de fe únicamente.
Respuesta bíblica
¿Qué enseña la Biblia acerca de la posibilidad de apartarse de la fe?
Desde el principio Dios se revela a sí mismo como un Dios que deja a la
humanidad escoger si desea o no tener comunión con Él. La Biblia da
ejemplos y advertencias acerca de apartarse de Dios. Adán y Eva, tan
inocentes con respecto al pecado y tan “salvos” como cualquiera jamás
pudiera haber sido, tuvieron la oportunidad de rechazarlo. La Biblia no
dice nada acerca del destino final de ellos. La decisión fue muy real,
que resultó en la separación de Dios, y trajo pecado y muerte a la
humanidad. Asimismo, los profetas advirtieron a Israel de que Dios lo
había repudiado y que lo había despedido debido a su pecado y su
infidelidad (Isaías 50:1; Jeremías 3:8).
Jesús
Jesús refirió varias parábolas que incluían advertencias acerca de
descarriarse. En la parábola del sembrador (Lucas 8:5–15), algunos
“creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan” (v.
13). En la parábola del mayordomo infiel (Lucas 12:42-46), el amo puso
al mayordomo —en quien había confiado pero que fue infiel— “con los
infieles” (v. 46).
Vemos la mayor advertencia de Jesús en la enseñanza de la vid y los
pámpanos (Juan 15:1–6). Aquí Jesús advierte: “El que en mí no permanece,
será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan
en el fuego, y arden” (v. 6). Toda esa enseñanza es acerca de
permanecer en Cristo, la Vid verdadera. Algunos sugieren que trata
acerca de personas que parecían estar en la iglesia pero que no estaban
verdaderamente en Cristo; pero no es así. Los que fueron echados en el
fuego y ardieron estaban en Cristo, pero no habían permanecido en Él.
El Nuevo Testamento usa las palabras de estar “en Cristo” para
referirse a creyentes (Romanos 8:1; 1 Corintios 5:17). Las ramas
(creyentes) que permanecen en Cristo llevan fruto y Dios las limpia.
Pero Dios quita a los creyentes que no producen fruto (Juan 15:2), y
ellos al fin sufren la eterna separación de Dios.
Pablo
Pablo advierte a los creyentes acerca de la necesidad de perseverar.
Pablo dijo a los gálatas, quienes pensaban volver a la Ley: “De Cristo
os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis
caído” (Gálatas 5:4). Estas palabras de desligarse y de caer de la
gracia son claras. Pablo recordó a los corintios de que retuvieran su fe
y la verdad del evangelio: “Por el cual asimismo, si retenéis la
palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano” (1
Corintios 15:2). Se contrasta a los que habían “creído en vano” con los
que “son salvos”. Pablo advierte a los creyentes a que “retengan” la
palabra porque de lo contrario corrían el riesgo de perder su salvación.
Claramente, ésta no es sólo una advertencia teórica. En 1 Timoteo
1:19,20, Pablo nombra a Himeneo y Alejandro, dos hombres que rechazaron
la “fe y buena conciencia” y, por lo tanto, “naufragaron en cuanto a la
fe”. El propósito de Pablo es que se arrepientan, pero no tenemos nada
escrito de que esto ocurrió. Al tiempo que Pablo escribió la carta a
Timoteo, ellos ya habían sido “entregados a Satanás”.
Al escribir a Timoteo, Pablo lo estimula, a la vez que le da una
advertencia: “Palabra fiel es esta: Si somos muertos con él, también
viviremos con él; Si sufrimos, también reinaremos con él; Si le
negáremos, él también nos negará. Si fuéremos infieles, él permanece
fiel; El no puede negarse a sí mismo” (2 Timoteo 2:11–13). Pablo da esta
advertencia a los creyentes de quienes Timoteo es responsable: Cristo
negará a los que lo niegan. Esta advertencia en contra de la apostasía
es a creyentes, no al mundo. Dios es constante en las Escrituras, fiel a
su naturaleza. Él tiene que permanecer fiel a su carácter, porque lo
contrario sería negarse a sí mismo, lo cual Él no puede hacer y lo cual
nunca escogería hacer. Él es el Amante Cósmico, nunca el Asediador
Cósmico que no deja que nadie se escape. Fiel a su propia naturaleza, Él
tiene que negar a los que lo rechazan. En Romanos 6:1–4, Pablo rechaza
rotundamente la idea de que alguien que ha experimentado la gracia de
Dios seguiría deliberadamente en pecado. Dios llama a los creyentes a
que lleven una nueva vida que glorifique a Dios.
Pedro
Pedro da similares advertencias, a la vez que asegura a su audiencia
que él espera que ellos perseveren. Él los exhorta a que procuren “hacer
firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no
caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa
entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2
Pedro 1:10,11). Se repite, que
si ellos hacen lo necesario,
confirmarán su vocación y su elección. La alternativa es “caer”, lo cual
indica que ellos perderían su “generosa entrada en el reino eterno” de
Cristo.
Hebreos
El escritor de Hebreos ofrece numerosos ejemplos del peligro de
volver la espalda a la salvación. La mayoría de israelitas, salvados de
Egipto y dirigidos hacia la Tierra Prometida, perdieron su recompensa
debido a sus incredulidad (Hebreos 3:7–19). El autor advierte: “Mirad,
hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de
incredulidad para apartarse del Dios vivo; antes exhortaos los unos a
los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de
vosotros se endurezca por el engaño del pecado. Porque somos hechos
participantes de Cristo,
con tal que retengamos firme hasta el
fin nuestra confianza del principio” (vv. 12–14, énfasis mío). Para que
participemos en Cristo, tenemos que
retener firme nuestra convicción original. El escritor advierte a los que se han iniciado en el camino que deben completarlo.
Las palabras más fuertes están en Hebreos 6:4–8, donde el autor da
una advertencia muy similar a la que da Jesús en Juan 15, en que usa
imágenes de echar fuera y arder en fuego: “Porque es imposible que los
que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron
hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena
palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra
vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí
mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio. Porque la tierra que
bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba
provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de
Dios; pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a
ser maldecida, y su fin es el ser quemada.”
El peligro explícito, de destrucción y pérdida, es claramente para los que han tenido relación con Cristo.
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Además, en Hebreos 10:26–31, el autor exhorta a los lectores: “Porque
si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento
de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una
horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a
los adversarios. El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de
dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo
pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por
inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere
afrenta al Espíritu de gracia? Pues conocemos al que dijo: Mía es la
venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a
su pueblo. ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!”
Nuevamente, el enfoque está en los que han “recibido el conocimiento
de la verdad,” y que subsecuentemente han rechazado esa salvación. En
efecto, para los que ultrajan al Espíritu de gracia, “¡Horrenda cosa es
caer en manos del Dios vivo!”
Aplicación
Muchos maestros de nuestro día, con elocuencia proponen que una vez
que se ha obtenido la salvación, uno no puede perderla. Las Escrituras
claramente refutan esa postura. La Palabra de Dios ofrece muchas vívidas
y apasionadas advertencias que tienen sentido sólo si un creyente puede
perder la salvación por rechazar una relación con Dios. Tal vez sería
útil hacer un análisis personal del precio y los beneficios de estas
posturas contrarias.
¿Cuáles son los beneficios de la postura de “una vez salvo, siempre
salvo”? Si en verdad es correcta, lo cual es improbable en la luz de las
explícitas advertencias de las Escrituras, entonces todos los que
siempre jamás han tenido una relación con Cristo no tendrían inseguridad
con respecto a su destino eterno. Después tomar una decisión por
Cristo, la manera en que vive la persona ya no determina su destino
eterno. Con este beneficio, el temor nunca podría paralizar a nadie.
Algunos que tienen la postura de que podemos abandonar nuestra
salvación pueden estar viviendo en temor innecesario, sin gozar de la
seguridad de su salvación. Una perspectiva extrema, en que uno
continuamente acepta la salvación y luego se aparta, resulta en temores
muy insalubres. Ésta no es, sin embargo, la postura que mantenemos
nosotros. Creemos que los verdaderos creyentes gozan de la seguridad de
su salvación. No necesitamos temer que perderemos nuestra salvación,
como perder una billetera que cae del bolsillo en un momento de
descuido. Las Escrituras aseguran a los creyentes de la provisión de
Dios y del poder sustentador de su Espíritu Santo. Aceptamos el peligro
de que podemos abandonar nuestra salvación pero eso no significa que
vivimos en continuo temor de hacerlo.
¿Cuáles son los beneficios de acatar las advertencias de las
Escrituras y vivir en fidelidad? Pablo preguntó a los romanos: “¿Pero
qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis?
Porque el fin de ellas es muerte” (Romanos 6:21).
Como joven, si hubiera creído que era suficiente que confesara a
Cristo una vez y que luego podía vivir de cualquier manera, pudiera
haber sucumbido a algunas tentaciones muy llamativas que pudieran haber
causado muerte espiritual. En retrospectiva, estoy profundamente
agradecido de que fui salvado de muchas de las experiencias comunes de
los que no siguen a Cristo. ¿Tuve temor de Dios y temor de perder la
vida eterna? Tal vez, sí. Pero si esta cautela preservó mi vida y mi
salvación, los beneficios son mucho mayores que el precio que pagué.
Pablo señala que “las aflicciones del tiempo presente no son comparables
con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos
8:18). En mi caso, cualquier “aflicción” que pudiera haber
experimentado, “perdiendo” las atracciones del pecado por temor
reverente, pudiera haber preservado mi vida. Lo que algunos pudieran
considerar un costo, para mí es un beneficio.
Los calvinistas creen que pasajes tales como Juan 10:29; Romanos
8:28–39; y Hebreos 7:25 (entre otros) enseñan acerca de la seguridad
eterna: que el creyente, una vez salvo, no puede perder la salvación. La
Biblia es clara: Dios quiere que todos sean salvos, y Él ofrece a la
humanidad no sólo el precioso don de la salvación sino también fortalece
a los que responden. Mientras la Biblia nos asegura de la amorosa
voluntad de Dios, también da fuertes advertencias del peligro de
descarriarse. Mientras que Dios es estable y fuerte, nuestra respuesta
es inconstante y débil.
10 Cuando un creyente abandona la
salvación, el deseo de Dios de tener una relación con esa persona no ha
cambiado. Su fidelidad a su amorosa naturaleza le da derecho a esa
persona a que se aparte.
¿Qué del precio de ignorar las advertencias, como si no fueran
relacionadas con la salvación? Los que se apoyan en esta doctrina y se
entregan a una vida desordenada y licenciosa sufrirán las consecuencias
aquí y ahora. ¡Cuánto más graves son las consecuencias eternas! Si las
advertencias bíblicas son ciertas, esta enseñanza de “una vez salvo,
siempre salvo” es devastadora y destructiva. Quien confía en ella e
ignora las advertencias de continuar en relación con Dios sufrirá por la
eternidad.
La responsabilidad recae en los que proponen una perspectiva de falsa
seguridad eterna, porque su error pone en peligro el destino eterno.
Los que acatan las advertencias de las Escrituras y llevan una vida fiel
y reverente nunca se preocupan acerca de dónde pasarán la eternidad.
Tienen plena seguridad de su salvación y de los beneficios de una vida
fiel, y anticipan la esperanza bienaventurada.
Dios nos llama a llevar una vida santa. Mientras 2 Pedro 1:10,11
presenta advertencias muy reales, los versículos anteriores nos aseguran
que “todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han
sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que
nos llamó por su gloria y excelencia” (2 Pedro 1:3). Pedro explica esta
vida santa con una exhortación a que “poniendo toda diligencia por esto
mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al
conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la
paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal,
amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán
estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor
Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta;
es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados”
(vv. 5–9).
Habiendo sido purificados de nuestros antiguos pecados, no debemos
volver a esa vida de pecado, con la fe de que estamos “a salvo”. Andemos
de verdad en el poder del Espíritu. Las buenas nuevas son en verdad que
Dios nos salva (Romanos 1:16,17), y que ya no vivimos como esclavos del
pecado, sino como siervos de Dios, que escogemos vivir en santidad y
tenemos como fin la vida eterna (Romanos 6:22,23). Somos salvos por este
evangelio, pero sólo si nos mantenemos firmes; de lo contrario,
habremos creído en vano (1 Corintios 15:1,2). La falsa doctrina de “una
vez salvo, siempre salvo” no sólo da falsa esperanza para la eternidad,
sino también despoja al evangelio de su poder de cambiar vidas y
producir santidad.
Preguntas de discusión:
1. ¿Qué enseñanza acerca de la seguridad de la salvación recibió
usted cuando se entregó a Cristo? ¿Lo salvó su dedicación a Cristo? ¿Lo
salvó su continuada relación con Cristo? ¿O no sabrá si es salvo hasta
que muera y vaya al cielo?
2. ¿Alguna vez se preguntó si había perdido su salvación? ¿Le impidió
esto a seguir a Cristo, o lo estimuló para que buscara a Dios?
3. Conforme ha madurado en la fe, ¿qué ha cambiado en su motivación
de servir a Dios? Por ejemplo, en el pasado, ¿estuvo más motivado por
temor de las consecuencias del pecado y el infierno, o motivado por amor
a Dios y un deseo de tener comunión con Él? ¿Qué lo motiva hoy?
4. ¿Cuál es su obligación hacia los creyentes que viven en pecado?
¿Cómo nuestro punto de vista en este asunto influye en la posible
obligación de amonestarlos?
Notas